Cuando estaba estudiando arquitectura, un profesor dijo un día que debíamos calcar las plantas de los buenos proyectos de arquitectura. Que así se aprende. Copiando también se aprende, claro.
Le hice caso.
Cogía libros con los típicos proyectos que habíamos estudiado, ponía un papel traslúcido encima de los planos y calcaba.
No sé si eso sirvió para tener una mejor biblioteca de ideas en la cabeza. Como poco para mejorar dibujando croquis a mano alzada yo creo que serviría.
La receta es así de sencilla. Como lo has leído. No tiene más misterio.
Te dicen algo que supuestamente funciona, tú lo coges y lo aplicas. Sin cuestionar. Aplicas y pruebas.
Si hay resultados a la primera, puede haber sido suerte.
Si no hay resultados, puede haber sido mala ejecución.
Aplicas una vez y otra vez, solo así podrás saber si fue suerte o el método funciona. Si tienes que mejorar la ejecución o el método es desechable.
Sé que aquí aparecen dos obstáculos.
El de quien se dice: “demasiado fácil, esto no debe ser para tanto”.
Y el del perfeccionismo. El de “voy a buscar un hueco para estudiarlo bien, practicarlo, prepararlo todo y cuando esté perfecto, lo aplico”.
En ambos casos el resultado es el mismo, pasan los meses y siguen estancados en su misma posición. Siguen pensando que no les da la vida pero que ya se van a poner un día de estos.
Que es culpa de los políticos, de los colegios de arquitectos y del cliente que ahora es diferente. Que si el mercado, que está complicado.
No te digo que calcara cien plantas de proyectos de arquitectura, pero más de dos y tres sí que hice.
Lo escuchas, lo pruebas, lo repites suficiente número de veces y valoras.
Si cuentas con una actitud así, me extrañaría que no vieras algún que otro cambio en tu negocio si estás dispuesto a probar lo que otros ni se plantean.
Y si ese fuera tu caso, en mis emails gratuitos te doy más consejos para probar en tu negocio.
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